Uno de los rituales más antiguos y extendidos en relación con los viajeros y caminos es el amontonamiento y lanzamiento de piedras. Este gesto, de profundo significado y tradición, se practica en lugares como la Cruz de Fierro en el Alto de Foncebadón y Triacastela, así como en varios cruces y encrucijadas, donde a menudo tenía funciones de señalización. Una representación gráfica de esta costumbre se encuentra en una pintura del ciclo de Santiago en la Catedral de León, que muestra a un peregrino dejando una piedra sobre un montón.
Este ritual se basa en la antigua costumbre de amontonar piedras para señalizar caminos, especialmente en cruces. Esta práctica se desarrolló con los miliarios romanos y los hitos kilométricos modernos. Desde la Edad Media, estos montículos de piedras comenzaron a tener cruces en la cima, lo que aumentó su visibilidad y les dio un carácter sagrado. La costumbre combina el gesto de lanzar una piedra en montones, una tradición pagana asociada a la protección de Mercurio, con elementos cristianos.
Aunque no exclusivo del Camino de Santiago, este ritual ha persistido en el Camino Francés y otros lugares de la peregrinación a lo largo de la historia. Por ejemplo, en el Alto de Foncebadón se encuentra la «Cruz de Fierro», una cruz de hierro sobre un montículo de piedras, acumuladas durante siglos por peregrinos y viajeros, incluso temporeros. También hay otros montones similares cerca de Foncebadón y en el santuario de San Andrés de Teixido.
Lugares especiales de amontonamiento en el Camino de Santiago
El Monte do Gozo, cerca de Santiago, también solía tener un montón de piedras junto a una cruz, pero hoy en día este montículo ha desaparecido. Además, el Liber peregrinationis del Códice Calixtino menciona la costumbre de llevar una piedra desde Triacastela hasta Castañeda para hacer cal destinada a la basílica del Apóstol, lo que simboliza la colaboración de los peregrinos en la construcción de la catedral.
La Cruz de Fierro en Foncebadón es uno de los ejemplos más vívidos de esta práctica, especialmente debido al resurgimiento del Camino de Santiago en las últimas décadas. Los peregrinos siguen añadiendo piedras al montón, a menudo con mensajes personales, pero también se han incorporado elementos inapropiados. Esto ha llevado a labores de mantenimiento y limpieza realizadas por asociaciones y voluntarios. La línea entre símbolo del Camino y basurero a veces es borrosa.
La combinación de tradiciones ancestrales y elementos contemporáneos en torno al ritual de amontonar piedras en el Camino de Santiago crea un panorama complejo y fascinante. A medida que esta práctica persiste y evoluciona, se pueden extraer varias reflexiones sobre su significado y relevancia en el contexto actual.
En su esencia, el gesto de amontonar piedras representa un acto de conexión entre el peregrino y el camino. Al añadir una piedra al montículo, el peregrino contribuye simbólicamente a la construcción de la senda que otros seguirán. Esta colaboración colectiva en la edificación de una estructura efímera refleja la naturaleza misma del Camino de Santiago: un camino compartido que une a las personas a lo largo de sus viajes y experiencias.
Sin embargo, la incorporación de elementos no relacionados con el ritual original, como objetos personales, fotografías y epitafios, también señala un cambio en la percepción del ritual. Estos añadidos reflejan el deseo de los peregrinos de dejar una marca personal y única en el camino. Es una expresión de individualidad en un recorrido que históricamente ha sido compartido por miles de personas. Esto sugiere que, aunque el Camino de Santiago sigue siendo una experiencia comunitaria, también es un viaje íntimo y personal para cada individuo.