La Iglesia de San Bartolomé es una joya arquitectónica que nos transporta a través de los siglos. Su construcción se remonta al siglo XII, aunque fue ampliada en el XIII, lo que la convierte en un testimonio vivo de la evolución de la arquitectura religiosa en esa época. Durante la guerra carlista, esta iglesia cumplió una función inesperada al albergar el telégrafo óptico, mostrando así su relevancia histórica incluso en tiempos de conflicto.
Este templo, que combina elementos románicos y góticos, presenta una estructura basilical de tres naves, sostenidas por pilares octogonales, y está coronado por bóvedas de crucería. Destaca su crucero y ábside, así como la torre reconstruida en ladrillo, que exhibe un elegante estilo mudéjar.
Interior de la Iglesia de San Bartolomé
Al adentrarnos en su exterior, nos recibe una impresionante portada gótica, adornada con diecinueve figuras que relatan la vida de San Bartolomé y pasajes bíblicos. En el tímpano, se erige la imagen de Cristo Redentor flanqueado por la Virgen y San Juan, creando una escena de gran emotividad y espiritualidad.
En su interior, la iglesia revela aún más maravillas. Dos sarcófagos góticos, apoyados en leones, muestran las figuras yacentes de los caballeros pertenecientes a la familia Márquez o Beláiz, datados en el siglo XIV. Sus muros están adornados con numerosas marcas de cantero, que ofrecen un testimonio vívido del trabajo artesanal que dio vida a este monumento. Una de estas marcas, ubicada en el reloj de sol, añade un toque misterioso y fascinante a la estructura, invitando a los visitantes a explorar aún más su historia y simbolismo.
La Iglesia de San Bartolomé no solo es un lugar de culto, sino también un testigo silencioso de la historia y la habilidad artística de generaciones pasadas. Su visita es imprescindible para aquellos que deseen sumergirse en el rico patrimonio cultural y religioso de la región.
