Los gremios de constructores medievales, maestros de la arquitectura que erigieron majestuosas iglesias, catedrales y castillos, guardan secretos que aún desconocemos en el Camino de Santiago. Aunque las asociaciones gremiales eran comunes en la Antigüedad, ninguno rivalizó con la exclusividad y prestigio del gremio de constructores. Su conocimiento, transmitido en secreto, sigue siendo un enigma debido a la falta de referencias escritas hasta finales del siglo XIII.
Los peregrinos del siglo XXI pueden rastrear las huellas de estos gremios en cada etapa del Camino, descubriendo los códigos y mensajes ocultos en sus obras maestras. La leyenda de los constructores se remonta a Salomón, pero su historia tangible comienza en el siglo III, cuando los gremios adoptaron la arquitectura cristiana sin renunciar a sus secretos. Desde entonces, su evolución se marcó en momentos clave, como el auge carolingio en los siglos VII al XI y la condena de sus secretos en el siglo XIV.
Los gremios alcanzaron su apogeo entre los siglos IX y XIII, coincidiendo con la construcción de iglesias en el Camino de Santiago. Tres hermandades, Hijos del Padre Soubise, Hijos del Maestro Jacques y Hijos de Salomón, dejaron su impronta en la ruta jacobea. Los «compañeros» vivían una filosofía de vida, viajando, compartiendo conocimientos y creando logias secretas para reconocerse entre ellos.
Estos constructores no solo eran hábiles con la piedra, sino también expertos en geometría, matemáticas y astronomía. Diseñaban templos siguiendo pautas geométricas y astronómicas, creando una red de símbolos misteriosos. Las marcas de cantero, talladas en piedra, revelan mensajes ocultos y símbolos de un lenguaje secreto que aún nos desconcierta.
Los gremios eran alquimistas de la piedra, equilibrando fuerzas estáticas para elevar construcciones en una época sin datos estructurales. Consideraban la piedra sagrada, tallándola con maestría y dejando su firma en cada obra. Sin embargo, su declive comenzó en el siglo XIV con la prohibición de secretos y ritos. Las bibliotecas, scriptoria y universidades contribuyeron a su desaparición, transformándolos en la masonería especulativa.
A pesar de su desvanecimiento, las huellas de los gremios perduran en las obras que dejaron tras de sí en el Camino de Santiago. Cada marca de cantero es un enigma, una ventana a un pasado de misterio y sabiduría que sigue fascinando a quienes recorren el camino de las estrellas.